Marlon Brando fue, en su juventud, un hombre espectacular.
En aquellos años de sexualidad reprimida la imagen de Brando en la pantalla reflejaba todo lo contrario: Una sexualidad abierta y libre. En sus primeros papeles, su belleza era tal que en ocasiones hace daño mirarlo. Nunca una camiseta fue tan bien llenada de sudor, grasa, músculo y carne como en "Un tranvía llamado deseo"(1951).
Tan magnífico estaba Marlon con la prenda que volvió a poner de moda el uso de esta, todo lo contrario que veinte años antes había hecho la interpretación de otro actor, Clark Gable, en "Sucedió una noche"(1934), donde tuvo la osadía de aparecer sin ella. Algo insólito para el genero masculino de los años 30 quienes se lanzaron a copiar al ídolo del momento. Los fabricantes de ropa interior tendrán que estarle siempre agradecidos al Sr. Brando.
También lo tendremos que estar nosotros por haber dejado plasmada en su interpretación de Kowalski una animalidad y brutalidad sexual que repele pero al mismo tiempo atrae, de tal manera, que seguro ha inspirado gran cantidad de fantasías eróticas.
Quiero que quede en mi memoria esa imagen de juventud atlética y no la del Brando maduro y entrado en carnes, muchas carnes, que conservando su inmortal talento, había perdido su magnetismo sexual para siempre.
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