La figura de Audrey Hepburn se ha convertido en los últimos años en un icono. ¿Quien no tiene un retrato de la famosa actriz que parecía dibujada con tiralíneas en alguna pared o en algún objeto cotidiano?. Seguramente habrá personas que la adoren y no hayan visto ni siquiera alguna de sus películas. No es mi caso.
La cinematografía de Audrey no es muy extensa pese a su fama. Siempre pendiente de aprobar proyectos que fueran coherentes con su personalidad del celuloide elegía y era elegida para grandes producciones . Algunas de ellas antológicas.
Audrey no podía compararse con ninguna otra actriz ni de su generación ni de las posteriores. Muchas han querido seguir su estela y su estilo dando como resultado una imitación descafeinada. Un estilo puede fácilmente copiarse lo complicado es crearlo. Ser única y ademas buena actriz. Y Audrey lo era. Mas allá de su pose siempre perfecta consiguió durante muchos muchos años trasmitir la imagen de ingenua joven soñadora que cautivaba con su sonrisa y mirada ilusionada.
Siempre que veo alguna de sus películas admiro como en su trabajo nos regalaba un poquito de su alma, eso que ella llevaba en su interior y que era más profundo de lo que ocultaba tras su aparente y perenne optimismo. Solo unos ojos que contemplaron lo que ella contempló pueden transmitir tanto.
Audrey fue una sufridora. Ya en su alumbramiento nació medio muerta parandose su corazón a los pocos minutos de venir al mundo. Fue la actitud de su madre, la baronesa Ella Van Heemstra, quien la zarandeó hasta que el bebé volvió a respirar lo que desde el primer momento de su vida marcaría, quizá, la actitud de Audrey para sacar fuerzas de flaqueza ante los horrores que contemplaría durante su infancia y que darían como resultado una melancólica personalidad. Siempre tendente a la depresión y al decaimiento.
Durante los primeros años de vida esta fue privilegiada. Buena posición económica, un título nobiliario y un padre al que adoraba. Fue el abandono de este lo que supuso el primer mazazo para la niña y del que no se recuperaría nunca. Años mas tarde, ya siendo una celebridad, consiguió reunirse con el pero la actitud de su progenitor siempre fue fría y ausente lo que afectaría el ánimo de la famosa actriz.
Tras la ausencia de su padre Holanda, país de residencia de la Señorita Hepburn, fue invadida por los nazis y Audrey tuvo que contemplar durante esos terribles años y sentir en sus propio cuerpo todas las calamidades que la guerra puede generar. Solo los que han vivido una pueden saberlo.
Audrey pasó hambre y vio muerte y destrucción. Sufrió una desnutrición tan severa que fue la fuente de su eterna delgadez. Pese a tales calamidades Audrey intentó llevar una vida normal dando clases de baile que la alejaban de los horrores de la batalla y la muerte. Intentó ayudar a la causa de su país siendo miembro activo de la resistencia. Su aspecto angelical resultaba idóneo para transmitir mensajes secretos ante los ojos de los alemanes. Pero un día su delicado cuerpo no pudo mas y fue debilitandose mas y mas. El final podría haber sido trágico de no ser por aquel día en que los Americanos liberaron su país y Audrey salió a recibir la paz con los brazos abiertos. Un oficial le ofreció un puñado de chocolatinas y tabaco. El atracón de chocolate la puso enferma pero el olor a tabaco le recordaba tanto a ese día de liberación que nunca pudo quitarse el habito de fumar. El día que terminó la guerra tenía 15 años.
Tenía exactamente la misma edad que Ana Frank. Ambas teníamos 10 cuando empezó la guerra y 15 cuando acabó. Un amigo me dio el libro de Ana en holandés en 1947. Lo leí y me destruyó. El libro tiene ese efecto sobre muchos lectores, pero yo no lo veía así, no solo como páginas impresas; era mi vida. No sabía lo que iba a leer. No he vuelto a ser la misma, me afectó profundamente».
«Vimos fusilamientos. Vimos a hombres jóvenes ponerse contra la pared y ser tiroteados. Cerraban la calle y después la volvían a abrir y podías pasar por ese mismo lugar. Tengo marcado un lugar en el diario, en el cual Ana (Frank) dice que han fusilado a cinco rehenes. Ése fue el día en que fusilaron a mi tío. En las palabras de esa niña yo leía lo que aún sentía en mi interior. Esa niña que había vivido entre cuatro paredes había hecho un reportaje completo de todo lo que había vivido .